sábado, 26 de mayo de 2012

La dilogía cubana


Hace unos meses descubrí una canción de esas que dependiendo del momento en el que aparece en tu vida parece que el autor sea tu biógrafo personal.  Es de esas canciones que se escuchan tumbado en la cama en posición fetal y con las que te sientes víctima del mundo.
Si llega en el momento exacto de tu vida es una corona que aprieta. Es la máxima empatía con tus sentimientos, pero a la vez te recuerda de qué tipo de emociones se trata y entonces la sensación deja de ser tan maravillosa.
Pero es mentira. La canción no te entiende en absoluto. No tiene nada que ver contigo. De hecho, tiene tan poco que ver contigo que por no hablar no habla ni de lo que creías que hablaba.
Esto me ocurrió con Ojalá, del poeta y compositor Silvio Rodríguez. ¿Quién iba a pensar que no era lo que parecía? Veamos la letra:

Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan
para que no las puedas convertir en cristal
ojalá que la lluvia deje de ser el milagro que baja por tu cuerpo
ojalá que la luna pueda salir sin ti
ojalá que la tierra no te bese los pasos.

Ojalá se te acabe la mirada constante
la palara precisa, la sonrisa perfecta
ojalá pase algo que te borre de pronto
una luz cegadora, un disparo de nieve
ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones

Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda
ojalá que tu nombre se le olvide esa voz
ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado
ojalá que el deseo se vaya tras de ti
a tu viejo gobierno de difuntos y flores


Ojalá se te acabe la mirada constante
la palara precisa, la sonrisa perfecta
ojalá pase algo que te borre de pronto
una luz cegadora, un disparo de nieve
ojalá por lo menos que me lleve la muerte
para no verte tanto, para no verte siempre
en todos los segundos, en todas las visiones
ojalá que no pueda tocarte ni en canciones


Hay una frase que me gustaría destacar: ojalá que no pueda tocarte ni en canciones. Es exactamente la sensación que he intentado describir al principio de la entrada. Las canciones pueden ser a menudo los sentimientos hechos melodía. Qué mala suerte que esta canción no hable de los mismos sentimientos que yo creí interpretar.
Aparentemente es una canción que evoca al olvido de la persona amada. Expresa claramente el desasosegado deseo de eliminar absolutamente todo rastro de alguien en tu vida, llegando incluso a desear la muerte si no pude ser posible. Al contarlo de un modo poético uno se siente sumergido en un mar de nostalgia y desesperación, y ese punteado con la guitarra parece miles de pequeños alfileres que se van clavando en la consciencia.
Así me sentía yo hasta que supe que el autor era cubano. Eso creía yo que expresaba hasta que me enteré de que Silvio Rodríguez pertenece al movimiento de la Nueva Trova Cubana. Eso imaginaba hasta que sospeché que Ojalá era una canción protesta. Y lo es. En toda regla. Entonces uno se relee el poema y se da cuenta de que las cosas no son lo que parecen. O que una cosa puede parecer muchas otras a su vez.
El amante a olvidar en esta canción es el dictador. La patria cubana siente ante su sistema político lo mismo que siente alguien que sufre por desamor: está entre el deseo de salir del apuro y el no poder escapar de él. Y Silvio se queja del fanatismo (ojalá que la tierra no te bese los pasos) y del autoritarismo (Ojalá se te acabe la mirada constante, la palara precisa, la sonrisa perfecta).
Uno se siente estúpido cuando lee a tu viejo gobierno de difuntos y flores, y se da cuenta de que aquí se ve claramente que la canción habla de política. No es que tenga un trasfondo revolucionario, no, es que habla de revolución. Lo que parece una metáfora, una exageración del poder que puede tener alguien sobre su enamorado, es en verdad lo más explícito del escrito.
Así pues, esta semana tenemos un poco de lo que parece y no es, de anhelos por ser comprendido y de dilogismos. Vayamos con cuidado la próxima vez que busquemos la empatía en unos cuantos versos. Pero hasta entonces, sigamos imaginándonos que somos el ombligo del mundo y que todo cuanto nos rodea tiene que ver con nosotros…


Cristina Sánchez, Pastel de fresas



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