domingo, 24 de junio de 2012

"He sido un hombre afortunado en la vida: nada me fue fácil."


Sigmund Freud 

He escogido esta frase por qué la que es mi actual jefa, me la dio a leer hace 4 años en las paredes de una escuela en la que entré a formarme cómo maquillador.
Grandiosa frase de Sigmund Freud. Lo importante de la vida son sus retos y emociones. Quien no ha llorado de amor en su juventud por un amor imposible no ha vivido. Quien no se ha esforzado para conseguir un objetivo, un trabajo, una carrera profesional, una casa, una familia, conocer un país, llegar a la cúspide del poder, sufrir como Jesús persecuciones, exilios, pero también disfrutar del campo, de las ciudades bulliciosas, de la presentación de un artista favorito, de la tristeza de la familia cuando buscando nuevos horizontes nos alejamos aun temporalmente de la familia, en definitiva, sino has pasado por estos momentos felices y tristes, no has vivido...
Para aquel entonces, cuando entré en la escuela dónde leí tal frase me independicé en un un pisito precioso cerca de la plaza Monumental de Toros de Barcelona. Hace ya muchos años que me mudé a mi lo que iba a ser mi nuevo hogar, al que convertí en mi rincón de meditación, de soledad, de compañías, de aventuras, de sueños... Lo hice mío, como a mi me gustaba llamarlo, mi "leonera".
Si, sé que no era el palacio de Buckingham, ni mucho menos. No era grande, ni moderno. No tenía ascensor, debía  vigilar el agua y lo que conectaba de golpe; los vecinos eran escandalosos... Pero adoraba ese piso.
Cuando llegué por primera vez estaba completamente vacío. No tenia color en las paredes, ni muebles, ni nada que le diera personalidad. Tres estancias vacías, un mini cuarto descrito como alguna suerte de trastero, su inmenso cuarto de baño y la cocina, sin puerta. Sólo una estancia tenía algo especial. Sólo una estancia contenía algo que me llamó la atención hasta el punto que decidí que esa estancia sería mi habitación. Detrás de la puerta de entrada a tal estancia había un papel enganchado, con una poesía que me cautivó desde aquel momento que la vi, decorando una habitación vacía, oscura; otorgándole el toque de vida que le faltaba. La poesía era la siguiente:

"Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.
Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito
repitiendo todos los días los mismos
trayectos,
quien no cambia de marca,
no se atreve a cambiar el color de su
vestimenta
o bien no conversa con quien no
conoce.
Muere lentamente
quien evita una pasión y su remolino
de emociones,
justamente estas que regresan el brillo
a los ojos y restauran los corazones
destrozados.
Muere lentamente
quien no gira el volante cuando esta infeliz
con su trabajo, o su amor,
quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir
detrás de un sueño
quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,
huir de los consejos sensatos...
¡Vive hoy!
¡Arriesga hoy!
¡Hazlo hoy!
¡No te dejes morir lentamente!
¡NO TE IMPIDAS SER FELIZ!"

Según el papel enganchado en mi puerta, el texto pertenece a Pablo Neruda. Según unas noticias que he encontrado por internet, resulta que no se trata de Pablo Neruda, sino de Martha Madeiros. Sea de quién sea la autoría de ese texto, a mi me supuso un gran empujón hacia adelante cuando todo el trabajo de la mudanza, arreglar el piso, aclimatarlo y hacerlo habitable se me vino encima junto con el trabajo y con la universidad.
No sé si será de Pablo Neruda o de Martha Madeiros, pero desde aquí quiero agradecer a su autor la fuerza de sus palabras.

Actualmente ya no habito ese piso, pero esas cuatro paredes y sobretodo, esas palabras furtivas que encontré dentro habitarán mi corazón hasta el fin de mis días.
Desde aquí, deseo que os guste la poesía, la historia

ERIC - Daiquiri de Fresa

No hay comentarios:

Publicar un comentario